Su autor, Richard K. Morgan, que recientemente ha hecho sus pinitos también en la fantasía oscura (Sólo el Acero) nos presenta aquí un personaje que ha tenido más recorrido en otras dos novelas, que no han llegado a españa. Vamos a ver si hay suerte y como parece que Netflix quiere hacer una serie basada en la primera novela (ver noticia aquí) pues traducen y publican las otras dos.
La sinopsis de su contraportada nos dice:
En el siglo XXV, la humanidad se ha expandido por la galaxia supervisada por la fuerza de Enviados de la ONU, que vigila y ejerce el control en los conflictos. Mientras las divisiones de clase, raza y religión persisten, los avances tecnológicos ha redefinido la vida. En este momento, la conciencia se almacena en un disco digital implantado en la base del cerebro, y resulta fácilmente descargable en un nuevo cuerpo, como si de un molde se tratara, haciendo que la muerte parezca tansólo un disparo contra la pantalla. En una sociedad en la que morir se ha convertido en algo obsoleto, el suicidio y el asesinato adquieren significados totalmente distintos.
Después de una misión como Enviado de la ONU, Takeshi Kovacs vuelve a la Tierra descargado en el cuerpo de un investigador contratado por Laurens Bancroft, uno de los hombres más ricos de Bay City (San Francisco). Bancroft asegura que ha sido asesinado, pero la versión de la policía es que se ha suicidado. A medida que investiga, Takeshi va destapando una trama de conspiración y prostitución que lo lleva a enfrentarse con un personaje con un pasado de lo más desagradable.
Y nosotros os decimos:
Porque a pesar de no ser una obra maestra, y quedar bastante por debajo en el molómetro de La Vieja Guardia, es una novela muy entretenida, cargada de buenas ideas, y que presenta un personaje, que bien llevado puede dar mucho de sí (veremos cuando traduzcan las continuaciones). Aparte es un tipo de libro, con su componente ciberpunk no demasiado duro y orientado casi a la space opera, que no se ve demasiado, y se agradece la novedad.
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